Colegio Colegio Infanta María Teresa (1914)

Colegio de Huérfanos del Cuerpo

“A las doce horas del día 18 de diciembre de 1913 comenzaron las obras en la finca ‘El Alba’ (Cuarenta Fanegas). Su inauguración oficial tuvo lugar el17 de octubre de 1914 y en su Reglamento, de 333 artículos, se detallaba la uniformidad para los alumnos, cuya primera Promoción fue de 200.”

Angel Aznar y ButigiegEn 1912, siendo Director del Cuerpo el Excmo. Señor D. Ángel Aznar y Butigieg (que aparece en esta imagen) se consiguió materializar el deseo de renovación de los establecimientos escolares, basándose en un proyecto anterior del Coronel de la Guardia Civil Don Eugenio de la Iglesia Carnicero

Por Real Orden de 17 de febrero de 1893 se crea el Montepío de la Guardia Civil, cuyo fin primordial es asistir, por medio de una pensión, al personal del Cuerpo al cumplir la edad del retiro, aumentando en algo la mísera limosna que el Estado fi jaba como haber pasivo.

Este Montepío estaba formado por socios, estrictamente voluntarios, pertenecientes a la Guardia Civil en distintos empleos, que, para obtener derecho a las pensiones que concedía al retirarse, debían pagar una directamente proporcional al empleo o categoría y la edad de cada uno en el momento de inscripción. Igualmente, la pensión percibida estaba en igual proporción.

Al principio se creó sin capital inicial alguno y, al año y medio de su fundación, sólo con lo acumulado de sus socios, su saldo activo ascendía a la cantidad no desdeñable en aquellos tiempos, de un millón y medio de pesetas. Aun teniendo en cuenta que las cuotas eran modestas, el capital iba proporcionalmente aumentando al correr del tiempo. Así, aparte de la inversión en la Deuda Pública, estaba en condiciones de acceder a negocios particulares, ya que en la Junta General celebrada el 2 de enero de 1895 se autoriza a su presidente (director general del Cuerpo) para ultimar el contrato de compraventa de la finca «Cuarenta Fanegas», también conocida como ‘El Alba’, propiedad de la señora duquesa de Santoña, por la cantidad de ciento veinticinco mil pesetas. La descripción de esta finca es la que sigue:

“Encuéntrese esta finca situada dentro del término municipal de Madrid, en su mayor parte, y el resto en el de Chamartín de la Rosa, cerca del barrio de la Prosperidad, a cinco kilómetros de la Puerta del Sol, en la línea recta con la vía que, desde el obelisco en la Castellana, se ha empezado a abrir con el nombre de calle del Pinar.

Las tres cuartas partes, aproximadamente, de este terreno, están dedicadas a labrantío y el resto a huerta y edificación. La edificación la constituye, en primer término, un gran palacio -aún no terminado- de sillería y ladrillo, ocupando una superficie de cuarenta y tres metros y medio de largo por veintidós de ancho. Detrás del palacio existen varias edificaciones que rodean un patio rectangular de cincuenta y siete metros de fondo por treinta de ancho, en las cuales está instalado un molino harinero, movido a vapor, tahona y hornos para cocer pan, siendo los demás locales para las distintas dependencias que exige dicha industria y el alojamiento del numeroso personal. Existe también una caseta de dos pisos para el hortelano, otra para el guarda y otra inmediata a un pozo con su noria. La finca está surtida de agua por varios pozos que producen más o menos caudal de agua de buena calidad y por el Canalillo del Este, en cuyo kilómetro cinco, sito en la carretera de Chamartín, hay construidos una caseta y un están que , contando la finca con varios estanques de distintas dimensiones y arquetas distribuidas de agua”.

No faltan las felicitaciones a la Junta Directiva del Montepío por la adquisición de la finca reseñada. Pero, al poco tiempo, sale también a la luz la discrepancia de otros socios. Esta crítica obligó a la Junta a explicar que el Montepío no trataba de convertirse en labrador ni en industrial y sólo pretendía, previa ejecución de las obras necesarias, transformar la finca adquirida en un cuartel que alojara, con decencia y comodidad, a la Guardia Civil de Madrid y sus familias.

No debió convencer este argumento, porque seguían desacuerdos, de tal forma que transcurridos tres años de la adquisición de las «Cuarenta Fanegas », ni se había ejecutado en la fi nca ninguna obra, ni había producido benefi cio alguno y sí gastos al Montepío.

Todo marchaba sobre ruedas, al menos aparentemente, menos la dichosa fi nca ‘El Alba’, pues al poco de adquirirla, según consta en las cuentas, había producido un benefi cio de treinta y siete mil trescientas ochenta y tres pesetas con noventa y dos céntimos, contra unos gastos de ciento veinte mil trescientas veintiséis pesetas y seis céntimos. Como se ve, un verdadero cáncer para el progreso económico del Montepío.

No es extraño que la Junta Administrativa quisiera deshacerse de la finca llegando a ofrecerla al Estado para ser dedicada a acuartelamiento de la Comandancia del Sur, en arrendamiento o bien en venta por el valor de la fi nca aumentando en un cinco por ciento para resarcirse las pérdidas. Dicho ofrecimiento no tuvo éxito.

Puerta principal del colegio Infanta María Teresa

En mayo de 1895 se propone por la Junta y se autoriza a su presidente para llevarlo a efecto, el montar en la finca ‘El Alba’ un horno para fabricación de pan. El día 24 de ese mismo mes, se anuncia en el Resumen de Servicios del Cuerpo plazas de guardia que tengan conocimientos de maestros de pala, de masa y ofi ciales de tahona: El agosto siguiente se autoriza al general presidente para adquirir cuatro fanegas de terreno colindante con la fi nca ‘El Alba’ que ofrece su propietario D. Juan Farelo.

Para el nacimiento del Colegio «Infanta María Teresa» es de vital importancia el acta de la Junta Directiva de los Asilos de Huérfanos, celebrada el día 24 de agosto de 1898 (a pesar de esta fecha no se publicó hasta 1° de mayo de 1899):

“Constituida en este día la Junta Directiva de los Asilos de Huérfanos de la Guardia Civil, en la Dirección General del Cuerpo, el señor Coronel D. Eugenio de la Iglesia y Carnicero, por delegación del Excmo. Sr. Director General del Instituto, D. Romualdo Palacio y González, presidió el acto, siendo vocales los señores anotados al margen, haciendo constar que no asistió el Coronel D. Julio Fajardo Almodóvar por haber tenido que concurrir a la Capitanía General en cumplimiento de un deber, y que el objeto de la reunión era para tratar respecto a la admisión a favor de los Asilos de Huérfanos del Cuerpo de la finca titulada ‘El Alba’, propiedad del Montepío de la Guardia Civil, que con sus enseres y maquinaria había acordado la Junta de ella, con fecha 13 del actual, donarla a los referidos Asilos en equivalencia del importe total de las cantidades que se donan a los mismos; acordando la Directiva de los Asilos, por unanimidad, sea admitida aquella en la forma y condiciones que expresa la donación, y que se nombre al Teniente Coronel Subdirector de aquellos establecimientos para que, una vez extendida la escritura de cesión que corresponda, se ponga en inteligencia con el presidente de la comisión liquidadora del Montepío de la Guardia Civil, para que, previo inventario, se haga cargo de la finca y enseres. Y no habiendo más de qué tratar, se levanta la sesión firmando la presente los señores que antes se mencionan y Secretario certifico. Siguen las firmas.”

Ya son las «Cuarenta Fanegas» propiedad de los Colegios de huérfanos (antes Asilos).

La verdad es que no se puede conocer el acta (si la hubo) de la donación ni la cantidad a que ascendía el donativo por no haberse publicado en el lugar de costumbre.

Como le ocurría al Montepío, también en la contabilidad de la asociación de huérfanos, las “Cuarenta Fanegas” figuraban con saldo negativo, desde luego bastante menor que con la antigua administración, pero con el tiempo, la Junta acuerda, el 2 de junio de 1900, vender en pública subasta la maquinaria existente en la propiedad. De esta forma en las cuentas del mes de agosto fi gura un ingreso de 49.200 pesetas a que ascendió el importe de dicha venta.

Alumnos del Colegio Infanta María Teresa. Preparación para correosLa junta administrativa del Colegio de Huérfanos, aunque habría que llamarlo ‘Asilo’, ya que este era su nombre oficial hasta el 24 de septiembre de 1911, propuso a los asociados cambiar el nombre de “Asilo de Huérfanos” por el de «Colegio de Huérfanos», proposición que se pone en conocimiento y consulta de ellos a través de las Comandancias respectivas y que, clamorosamente, es aceptada por todos, ya que el nuevo nombre dignificaría, no sólo a los hijos de la asociación, sino que se extendería a todo el Cuerpo. En lo sucesivo se denominaría «Asociación del Colegio de Huérfanos de la Guardia Civil».

La Junta no quería pechar con la responsabilidad de la carga que la finca pudiera resultar para la buena marcha económica de la asociación, que ya le había ocasionado algunos gastos.

Alumnos del Colegio Infanta María Teresa. Preparación para correos

Se pretendió deshacerse de la finca por medio de su venta y, al igual que el Montepío, la ofreció, sin éxito, para la construcción de un cuartel para la fuerza del Cuerpo. La Junta de Huérfanos lo hizo al Ministerio de la Guerra, que, a través de la Sección de Ingenieros, contestó que no consideraba conveniente, para el ramo de guerra, la adquisición de la finca denominada ‘El Alba’.

Visto el fracaso de esta oferta, se autoriza a la Presidencia de la Junta de Huérfanos para que, previos los estudios pertinentes, se anuncie nueva subasta (debió haber alguna otra anteriormente), “fijando el menor tipo posible de tasación, sin quebranto para los intereses de la Asociación.”

En efecto, con fecha 30 de marzo de 1901, se anuncia la venta en “pública subasta de la finca ‘El Alba’, de una superficie de 16 hectáreas, 65 áreas y 90 centiáreas, radicada entre los términos de Madrid y Chamartín de la Rosa, lugar denominado «Las Cuarenta Fanegas» por la tasación de 240.000 pesetas.” (La separación del término de Madrid y Chamartín quedaba definida por la vieja acacia que existía en el patio central del colegio).

No debieron presentarse licitadores, pues bajo la disculpa de no ser tiempo a propósito para tal subasta “se suspende ésta hasta el mes de octubre en consideración a estar ausentes de Madrid muchas personas que tal vez podían tomar parte en ella.” El caso es que «Las Cuarenta Fanegas» sigue sin compradores y los exiguos e inseguros ingresos que va produciendo el arrendamiento de sus pastos, a nada equivalen ante los gastos que pueden originar, no ya su conservación, sino el evitar su ruina.

En 1903 se hace un ofrecimiento de canje de la finca ‘El Alba’ por otros terrenos, no específicos, propiedad de un tal señor Escartín, ofrecimiento que no se toma en consideración. Posteriormente el vecino de Madrid, señor Nales, manifiesta su deseo de adquirir la finca con todas sus “dependencias, pertenencias y enseres” por la cantidad de 85.000 pesetas. Esta oferta sólo la mantuvo por diez días. Desde luego es desechada la propuesta por considerar que el valor de la finca está muy por encima del precio ofrecido.

Así las cosas, el director general del Cuerpo, presidente de la asociación, “en un estudio de bases bien meditadas” propone que se cree un colegio preparatorio (así se llamaban los que tenían por objeto la preparación para ingreso en las academias militares), para huérfanos e hijos de jefes, oficiales y tropa del Cuerpo. Aunque la propuesta fue divulgada a través de las Comandancias respectivas y aprobado condicionalmente el proyecto, al final se anuló por parecer excesivas las pensiones que se establecían. Porque la cuantía de los gastos podría suponer un peligro para la economía y supervivencia de la asociación. También se tuvo en cuenta que, anteriormente, se había acordado construir un edificio anejo al colegio de huérfanas. Su fi n era alojar a los huérfanos independientemente de los jóvenes, y se estaba a la espera de la contestación de la Congregación de las Hermanas de la Caridad a la que se había preguntado si aceptaría ocuparse de la educación y cuidado de setenta y cinco niños, a la vez que lo hacían con las niñas. La contestación se recibe en oficio de la Dirección General del Real Noviciado de las Hijas de la Caridad, manifestando: “admitirían gustosamente el cuidado de los setenta y cinco niños huérfanos en igual forma que cuidan a las huérfanas, siempre que aquellos no fueran menores de cinco años ni mayores de trece”. Vista esta contestación respecto a la conveniencia de aumentar el número de plazas para huérfanos y la dificultad de abastecimiento de agua para el nuevo edificio, se aplazó todo lo tratado sobre el particular hasta que se estudiara, tanto económica como técnicamente, lo mejor y más conveniente para dotar a nuestros huérfanos de un alojamiento óptimo tanto en higiene y exigencias pedagógicas como en comodidad. Por otra parte, ante la no presentación de licitadores en las subastas que habían tenido lugar, y que los presuntos compradores directos ofrecían por ‘El Alba’ cantidades muy inferiores a su valor inicial de compra, se acuerda aceptar la propuesta de arrendamiento de los pastos, cuadras y dos habitaciones independientes del palacio, y con su importe enjugar los posibles gastos que tuviera la finca.

Por Real Decreto de 31 de enero de 1912 se nombra director general del Cuerpo al teniente general don Ángel Aznar Butigieg y en su visita a los colegios, que tuvo lugar el 10 de marzo siguiente, en el mismo Valdemoro dictó su “Orden General” en la que hizo un gran elogio al instituto, a los colegios, a su profesorado y a los alumnos, dedicando a estos las siguientes palabras: “Por vuestro bienestar y porvenir laboran cuantos pertenecen al instituto para poneros en condiciones de ser mujeres dignas y hombres honrados y laboriosos. No olvidéis nunca esta acción meritoria y grande los que tenéis la dicha de tener a vuestros padres, para bendecirlos y seguir sus pasos en la senda del bien; los que los perdisteis, para haceros dignos del nombre, modesto pero honrado, que os dejaron como único patrimonio”.

La Sección de Huérfanos se crea por Real Orden de 2 de enero de 1879, y en su artículo primero quedaba precisado que su objeto era «el de sostener y educar a los huérfanos de ambos sexos de jefes, oficiales y tropa». La primera Sección de varones se estableció en un local de nueva planta levantado junto al Colegio de Guardias Jóvenes. Para atender a esta sección fue designado un oficial, auxiliado por un sargento, un guardia primero y otro segundo, de los que uno de ellos debía poseer el título de maestro elemental, cosa nada fácil, por supuesto.

1912 Acto del comienzo de las obras

Para los varones, el número máximo de plazas fue fijado en 50, y las edades para el ingreso, entre los seis y los doce años, por el siguiente orden: huérfanos de padre y madre, huérfanos de padre y, por último, de madre. De haber plazas libres podían admitirse los hijos de Guardias con quince años de servicio.

Al cumplir los varones los diez años de edad se integraban en el Colegio de Guardias Jóvenes, y en caso de no haber plazas se les escalafonaba para su posterior admisión, hasta que cumpliesen los doce años de edad.

La permanencia en los Colegios de jóvenes, que tal era el nombre que recibían, duraba hasta cumplir los veinte años de edad, y para los que no deseasen ingresar en el Colegio de Guardias Jóvenes, dos menos.

En el último tercio del siglo XIX, varios eran los Colegios de huérfanos pertenecientes al Ejército. Estaba el Colegio ‘María Cristina’, que tenía la Infantería, y los de Huérfanos de la Guerra, de Caballería, de artilleros e ingenieros. Poco más de treinta años después de la creación de la Guardia Civil surge la preocupación y el deseo de proteger a los huérfanos del Cuerpo con la creación de los Colegios.

Ya el rey Alfonso XII colocó la primera piedra para la construcción de El Juncarejo, el 20 de junio de 1880. Ese evento se produce por la preocupación de la Asociación Pro Huérfanos, en cuyos fundamentos quedaba precisado que su objeto era «el de sostener y educar a los huérfanos de ambos sexos de jefes, oficiales y tropa», cosa que ha venido haciendo a lo largo de más de un siglo.

Comenzando el siglo XX hay un deseo de renovación de los establecimientos escolares, y se redactan una serie de proyectos, pero no prosperaron. En el año 1912, siendo director del Instituto el general Aznar, se va a conseguir materializar ese deseo de renovación, basándose en un proyecto anterior del coronel de la Guardia Civil don Eugenio de la Iglesia Carnicero, hombre de gran inteligencia y actividad, que intervino en numerosas mejoras internas del Cuerpo y fue uno de los inspiradores de la creación del Colegio Infanta María Teresa.

El comandante Blanco, del Cuerpo de Ingenieros, trazó los planos, y el 28 de noviembre de 1912 fueron adjudicadas las obras mediante pública subasta a la Sociedad Anónima de Construcciones y Pavimentos. Según cálculos, el nuevo Colegio estaría concluido el 15 de septiembre de 1913 y su coste ascendió a la «pavorosa cifra de 650.000 pesetas».

Las Cuarenta Fanegas

A las doce horas del 18 de diciembre se procedió a la inauguración de las obras. Congregados en la finca ‘El Alba’ (Cuarenta Fanegas), en el cercano pueblo de Chamartín, toda la oficialidad del Cuerpo residente en Madrid y dos representantes por Tercio; presidieron el acto Antonio Barroso, ministro de la Gobernación, y el general Luque y Coca, de Guerra; el capitán general de Castilla La Nueva, general Aznar; los generales Morell Agra y Fernández Díaz, procedentes de la Guardia Civil y Monseñor Antolín López Peláez, Obispo de Jaca (muy ligado a la Institución). Un Escuadrón del 14º Tercio, con dos secciones al mando del capitán José Osuna Pineda, rindió los honores de ordenanza.

Entre los fundamentos que aconsejaron la reorganización de los Colegios, el primero fue el de la separación de los guardias jóvenes y los huérfanos. Los huérfanos compre n d i d o s entre los seis y los doce años de edad no se incorporarían al Colegio Infanta María Teresa, sino que quedarían al cuidado de las Hermanas de San Vicente de Paúl en el colegio de niñas (Marqués de Vallejo).

Para el nuevo Colegio masculino se dictó un Reglamento muy detallado de 410 artículos, que, fechado el 31 de diciembre de 1912, dictó el régimen interior y el funcionamiento. Contenía el nuevo plan de enseñanza, con un primer ciclo de formación elemental, un extenso programa de cultura general y, por último, enseñanza técnica, militar y profesional en dos cursos.

Inauguración y primer director

La plantilla del Colegio Infanta María Teresa, cuyo primer director fue el coronel Rubio, estaba compuesta por un teniente coronel, Jefe de Estudios y segundo jefe del centro; comandante, primer profesor; cuatro capitanes y otros tantos tenientes profesores, más dos segundos de la Escala de Reserva para servicios administrativos, y cuatro sargentos, ocho cabos, dos guardias primeros y seis segundos, inspectores para el servicio interior.

Su inauguración oficial fue el 17 de octubre de 1914, y en su Reglamento, de 333 artículos, se detallaba la uniformidad para los alumnos, cuya primera Promoción fue de 200.

La Sección de Madrid contó con los recursos económicos de los haberes de los 50 guardias jóvenes de Valdemoro, las pensiones y cuotas de los asociados, donativos particulares, muy escasamente alguna subvención del Estado y la parte correspondiente del fondo de multas.

El Colegio Infanta María Teresa forma parte de la historia de la Asociación de Antiguos Alumnos de los Colegios de la Guardia Civil. De dicho Centro proceden, en su mayoría, los presidentes de la misma, y su fachada y paredes son testigos de los múltiples homenajes que tuvieron lugar en este recinto, como el llevado a cabo a la Asociación Pro Huérfanos con motivo de la conmemoración del CL Aniversario de la Guardia Civil. El añorado José Antonio de la Jara, socio fundador y IV presidente de la Asociación, recordaba así su estancia en este Centro del Cuerpo y las sucesivas obras que en ella se iban efectuando:

1917 Coronel Lorenzo Rubio primer Director del Colegio

Centenario y despedida

Mientras que el diario ABC se hacía eco el 22- 4-2011 de este titular, nuestro Boletín Informativo Polilla n.º 400 julio-agosto 2012, insertaba escrito de la periodista Chris González - Mora a la vez que la página web de la Dirección General del Cuerpo, lo hacía con el siguiente comentario:

En 1912 el entonces Director General de la Guardia Civil, Teniente General Ángel Aznar Butigieg, da comienzo a las obras para la transformación de la finca de ‘El Alba’ en el Colegio para huérfanos e hijos de miembros del Cuerpo “Infanta María Teresa”. Queda encuadrado dentro de la gestión de la Asociación Pro Huérfanos de la Guardia Civil. Los archivos de la actividad docente de este centro desde su puesta en funcionamiento hasta 1943 se perdieron durante la guerra civil, habiendo constancia de dicha actividad desde ese año hasta nuestros días, fechas entre las que han cursado estudios en este Colegio 10.017 alumnos.

Se han cursado estudios de Bachiller, de Formación Profesional, carreras universitarias y preparación para el ingreso en las Academias Militares de numerosos huérfanos e hijos del Cuerpo, alcanzando muchos de ellos posiciones relevantes en la sociedad.

En la actualidad son 118 los alumnos que están cursando sus estudios de educación secundaria y Bachiller en este Centro. A ellos hay que sumar los 245 alumnos que albergan las Residencias Universitarias de las que disponen las instalaciones del “Infanta María Teresa”, los cuales están cursando estudios universitarios o de formación profesional en centros docentes ajenos a esta Institución. Con objeto de acercar la oferta de plazas escolares a la demanda social, se ha decidido el traslado de este Colegio a las instalaciones del centro denominado “Marqués de Vallejo”, ubicado en la madrileña localidad de Valdemoro, el cual en la actualidad cuenta con un total de 469 alumnos y que, una vez hecho el traslado, superará los 600.

A este respecto, el Director General ha dicho que la Asociación Pro Huérfanos constituye un inmejorable ejemplo de capacidad de adecuación a las necesidades que demandan sus asociados y, en esta línea, hoy se enfrenta al reto de reinventarse y adaptarse permanentemente. Así se ha decidido proporcionar a estas instalaciones un futuro diferente al actual, pero sin dejar de prestar esa esencial función docente a los hijos del Cuerpo que así lo demanden, en el Colegio “Marqués de Vallejo” de Valdemoro. No obstante, la asociación mantiene las residencias ubicadas junto a este centro de formación para los hijos del Cuerpo que cursen estudios universitarios o equivalentes.

El 29 de noviembre de 2014, la Asociación de Antiguos Alumnos de los Colegios de la Guardia Civil rendía homenaje con la colocación de una placa de mármol, en el patio principal del IMT, conmemorativa del centenario de su inauguración, por todo lo que ha significado para todos aquellos alumnos, hijos de Guardias Civiles, que han pasado por este Centro del Cuerpo.

La Guardia Civil lleva su colegio de Chamartín a Valdemoro

El diario ABC se hacía eco el 22-4-2011 de este titular de Sara Medialdea. Mientras en el centenario del Infanta, Chris González-Mora ofrecía su opinión en Periodista Digital (publicado en el BIP n.º 400): ‘Hijos del Cuerpo’, un cariñoso epíteto vinculado a los vástagos de “los civiles”, la Guardia Civil, tan poco dados al acomodo habitual y definitorio del terruño, como esos pueblos nómadas de condición que buscan asentamiento. Trashumantes, con el petate a cuestas, gracias a la norma de los ‘destinos’, las “concentraciones temporales”, los traslados del tricornio, cabeza de familia, cuyo arraigo sólo venía a tener con el Pueblo Grande, que vino a ser Estado. A alguien se le iluminó la mente creando medios para que estos chicos, que andaban de aquí para allá, dejaran de caminar por los senderos del amplio mundo (de La Habana a Santander; de Huesca a las Filipinas) y se enraizaran en los pupitres del conocimiento y el sentimiento del bien, de lo bello, de la libertad en su pequeña y austera complexión, como las puras cepas de los buenos caldos en la tierra fértil de la razón. Para ello sólo había que crear colegios; no más que colegios para que el espíritu del conocimiento, la sabiduría, en fi n, llegara, cuanto antes, al caletre a través de esa educación ascendente aprehendida por la razón del bien. Y éste fue el maravilloso invento que se le ocurrió a la mente buena y fiable, llamémosla institución de ‘los civiles’. Primero fueron los huérfanos, poco más tarde los chiquillos deambulantes que desearon beber en la escuela, en la fuente del conocimiento del patio central. Y, por último, abierto absolutamente a todos. Me estoy refiriendo al Colegio ‘Infanta María Teresa’ de la Guardia Civil, que ayer, después de cien años de su primera piedra, cerró las puertas a los educandos, a su historia, a la universalidad del conocimiento. Desconozco el motivo, desconozco las razones; desconocemos el por qué. Posiciones y condicionamientos políticos pueden llevarnos a saber, mas dejo de entender cuando este colegio viene siendo mantenido y sufragado por cuotas directas de los miembros de la institución y no de los presupuestos generales del Estado, el por qué. El caso es que, aquel lugar de encuentro de tantas y tantas generaciones de muchachos que fueron formados para el mundo consciente (utilizo el neutro), a partir de ayer dejó de tener contenido, posiblemente para siempre. Ninguna autoridad académica del Estado dijo mu ¡Se ha cerrado un centro de enseñanza, señores!
Texto íntegro del libro
POLILLA: Orgullo, espíritu y sentimiento
MANUEL GARCÍA FORNELL

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