Historias del Infanta (1)

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1912-2015 Acompáñame….(parte 1)

Dedicado a todos los huérfanos que han pasado por el Infanta, pero en especial a aquellos que por circunstancias de la vida salieron un día del colegio y no han tenido la oportunidad de volver a verlo.

Intentare mostraros como era el Infanta hace muchos años y como es ahora o en un pasado más reciente que el que tenéis en vuestra memoria. Esperamos tener noticias vuestras y que en una próxima reunión podáis asistir y recibir una tonelada de abrazos de vuestros hermanos.

En este relato por primera vez y sin que sirva de precedente, lo importante no son los huérfanos o las personas que se ven en las fotos, lo importante son los lugares que están retratados con ellos y que compadecen en este texto como testigos involuntarios del paso del tiempo en el Infanta. Lugares por los que hemos pasado mil veces y volveríamos de buena gana a pasar otras mil, lugares llenos de historias, historias de unos niños que correteaban alegremente por ellos en las tardes cálidas de primavera o caminaban encogidos en sus ropajes intentando mantener el calor corporal que hiciese soportable el frio seco de la capital de España en las gélidas mañanas de febrero. Testigos mudos de aquellas lagrimas que intentabas esconder porque te habías hecho daño o peor aún, te lo habían hecho, o simplemente por morriña de tus seres queridos. Lugares que han sido comunes a tantas y tantas generaciones de huérfanos y que sin importar la edad que tengamos puedo asegurar sin temor a equivocarme, que la mayoría de nosotros hemos jugado en el frontón o nos hemos caído y rozado las rodillas en el patio central, bañado en la piscina y fumado un cigarrillo clandestino en la leñera, o hemos pegado la cara a los cristales de clase para ver a las chicas que pasaban o hemos mantenido conversación muy transcendente sentados bajo las palmeras de la puerta principal, donde en las sofocantes tardes de junio degustamos algún que otro dátil.

Mi pretensión no es otra que refrescar la memoria al que la tenga mala y al que la tengan mejor que la mía, pedirle que me corrija donde me equivoque o que amplié los detalles que yo ya no recuerdo.

¡Ah! Y recuerda mirar detrás, arriba, abajo o al lado de las personas, hoy los lugares son los protagonistas, salvo contadas excepciones, claro está.

PUERTA DE ACCESO AL COLEGIO INFANTA MARIA TERESA
DE HUERFANOS DE LA GUARDIA CIVIL

Infanta 1
Puerta de acceso al colegio Infanta María teresa de huérfanos de la Guardia Civil

Para describirla, que mejor que una adivinanza, que podría ser…… “Siempre contento por ella saliste y triste la cruzaste cuando volviste, ¿Qué es?”. Bueno, no sería del todo cierto, sí que costaba más entrar que salir, pero bien cuando andabas de correría por Madrid, tenías ganas ya de volver a tu “familia” a coger tu cama y descansar, bien cuando regresabas de vacaciones ya de veterano y querías volver a ver a tu segunda familia, el reencontrarte con ellos era también toda una satisfacción. Un poco más atrás, se ve la garita (ahora remodelada) en la que el Guardia Civil Hilario pasaba interminables horas, casi siempre estaba allí con su “ancha mano” para dejarnos pasar fuera de hora. Si no estaba el, había que utilizar la de emergencia por la parte de atrás o sino parte al inspector de turno con los consabidos domingos de castigo. Curiosamente también ejercía de frontera “espiritual” o límite del bien y del mal, en el lado del Infanta, tenías unas normas que seguir, un horario, un forma de comportarte, al otro lado, era todo libertad, podías fumar sin la edad adecuada, beber, correr, alborotar…….fuera no había control, incluso tenías más libertad que en el barrio de tu ciudad natal, donde tenías que tener cuidado de que vecinos o gente que te conociese no te viese haciendo algo denunciable a tu madre. En Madrid, en plena puerta del Sol o en cualquier de sus calles, eras la persona más anónima del mundo y nadie parecía importarle lo que hicieses, a lo sumo, alguien podía llamarte gamberro o sinvergüenza, pero vamos, a ti te la traía al pairo.

Mis recuerdos de ella van variando según a la edad que me traslado, de pequeño, salir por ella, te daba ese aire de libertad descrito anteriormente y de ir haciéndote mayor si ya salías sin compañía, de más mayor esa sonrisa pícara del que sabe que va a pasárselo bien dando una vuelta por el barrio, tomando unas cañas, yendo al cine o al acudir a una cita con una chica. Al retorno, las carreras para entrar en hora y llegar a comer o cenar o antes de las 00:00, hora de cierre.

CARRETERA DE ACCESO A LA PUERTA PRINCIPAL

Infanta 1Carretera de acceso a la puerta principal

Nada más flanqueado el acceso y siguiendo de frente, nos encontramos a la izquierda con el edificio central del colegio, en la imagen de la derecha, se pueden apreciar las ventanas que correspondían a diferentes clases, luego las vemos. En la parte superior creo que estaba el despacho de algún coronel o general al mando en el colegio, pero bueno, luego pasaremos por allí. Justamente a mano derecha de ambas fotos, existía una cabina telefónica de uso muy frecuente y que generaba alguna que otra cola en aquella época y que con alguno te daban ganas de que le pasase lo que a José Luis López Vázquez en “La cabina”, tan de moda en los 70.

JARDIN Y FUENTE

Infanta 1Jardín y fuente

Caminado por la carretera, a mano derecha teníamos unos setos que nos separaban del Parque Móvil y llegábamos a nuestra pequeña fuente, situada en un bonito jardín que había a los pies de la residencia de estudiantes universitarios y por el cual se tenia acceso al campo de abajo, nuestro querido campo de futbol hoy día convertido en un vulgar parking.

Infanta 4Pero antes de llegar al campo de batalla, debíamos pasar por los vestuarios donde el agua caliente brillaba por su ausencia y cada uno se “lamia” las heridas recibidas tras la batalla o partido de futbol. A continuación pasamos por la Imprenta-escuela, donde se hacían programas de actividades, revistas de la asociación, exámenes y un sinfín de cosas que nos mantenían en relación directa con ella.

Infanta 5En la parte superior vivía en mi época el mando de la Guardia Civil que estaba al cargo de ella, tenia (al menos que yo recuerde) un par de hijos y una hija. Santos, el mayor, fumaba habanos y en ocasiones, lo veías justo al salir de jugar un partido, le pedias un pito y con los bronquios totalmente expandidos por el ejercicio físico realizado, dabas una calada y zasca, parecía que los pulmones querían estallar, era metralla pura. A ambos lados de la imprenta, había dos arboles de morera de los que cogíamos hojas furtivamente para alimentar a nuestros gusanos de seda, en ocasiones, también comíamos su fruto, la mora de árbol, fruta desconocida en Asturias.

Infanta 1

El campo de futbol de innumerables gestas deportivas, de dolorosas rozaduras en las nalgas y rodillas con su arena de grano de lija, testigo mudo de contiendas en gélidos partidos tiritando bajo la penetrante y fría lluvia de Madrid o hazañas gloriosas soportando el sofocante sol de un mediodía de junio, pero en todo caso, batallas que dejaban siempre muy alto el nombre del Infanta, perder podíamos perder, pero nunca nadie pudo decir que lo hiciésemos por no luchar con todas nuestras fuerzas, resumido y en plata, “no seria por falta de ponerle cojones”. Pocas veces he visto después de salir del Infanta llorar de rabia por haber perdido un partido, allí, lo importante era participar, pero mas importante era ganar.