Historias del Infanta (1)

1912-2015 Acompáñame….(parte 1)

Dedicado a todos los huérfanos que han pasado por el Infanta, pero en especial a aquellos que por circunstancias de la vida salieron un día del colegio y no han tenido la oportunidad de volver a verlo.

Intentare mostraros como era el Infanta hace muchos años y como es ahora o en un pasado más reciente que el que tenéis en vuestra memoria. Esperamos tener noticias vuestras y que en una próxima reunión podáis asistir y recibir una tonelada de abrazos de vuestros hermanos.

En este relato por primera vez y sin que sirva de precedente, lo importante no son los huérfanos o las personas que se ven en las fotos, lo importante son los lugares que están retratados con ellos y que compadecen en este texto como testigos involuntarios del paso del tiempo en el Infanta. Lugares por los que hemos pasado mil veces y volveríamos de buena gana a pasar otras mil, lugares llenos de historias, historias de unos niños que correteaban alegremente por ellos en las tardes cálidas de primavera o caminaban encogidos en sus ropajes intentando mantener el calor corporal que hiciese soportable el frio seco de la capital de España en las gélidas mañanas de febrero. Testigos mudos de aquellas lagrimas que intentabas esconder porque te habías hecho daño o peor aún, te lo habían hecho, o simplemente por morriña de tus seres queridos. Lugares que han sido comunes a tantas y tantas generaciones de huérfanos y que sin importar la edad que tengamos puedo asegurar sin temor a equivocarme, que la mayoría de nosotros hemos jugado en el frontón o nos hemos caído y rozado las rodillas en el patio central, bañado en la piscina y fumado un cigarrillo clandestino en la leñera, o hemos pegado la cara a los cristales de clase para ver a las chicas que pasaban o hemos mantenido conversación muy transcendente sentados bajo las palmeras de la puerta principal, donde en las sofocantes tardes de junio degustamos algún que otro dátil.

Mi pretensión no es otra que refrescar la memoria al que la tenga mala y al que la tengan mejor que la mía, pedirle que me corrija donde me equivoque o que amplié los detalles que yo ya no recuerdo.

¡Ah! Y recuerda mirar detrás, arriba, abajo o al lado de las personas, hoy los lugares son los protagonistas, salvo contadas excepciones, claro está.

PUERTA DE ACCESO AL COLEGIO INFANTA MARIA TERESA
DE HUERFANOS DE LA GUARDIA CIVIL

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Puerta de acceso al colegio Infanta María teresa de huérfanos de la Guardia Civil

Para describirla, que mejor que una adivinanza, que podría ser…… “Siempre contento por ella saliste y triste la cruzaste cuando volviste, ¿Qué es?”. Bueno, no sería del todo cierto, sí que costaba más entrar que salir, pero bien cuando andabas de correría por Madrid, tenías ganas ya de volver a tu “familia” a coger tu cama y descansar, bien cuando regresabas de vacaciones ya de veterano y querías volver a ver a tu segunda familia, el reencontrarte con ellos era también toda una satisfacción. Un poco más atrás, se ve la garita (ahora remodelada) en la que el Guardia Civil Hilario pasaba interminables horas, casi siempre estaba allí con su “ancha mano” para dejarnos pasar fuera de hora. Si no estaba el, había que utilizar la de emergencia por la parte de atrás o sino parte al inspector de turno con los consabidos domingos de castigo. Curiosamente también ejercía de frontera “espiritual” o límite del bien y del mal, en el lado del Infanta, tenías unas normas que seguir, un horario, un forma de comportarte, al otro lado, era todo libertad, podías fumar sin la edad adecuada, beber, correr, alborotar…….fuera no había control, incluso tenías más libertad que en el barrio de tu ciudad natal, donde tenías que tener cuidado de que vecinos o gente que te conociese no te viese haciendo algo denunciable a tu madre. En Madrid, en plena puerta del Sol o en cualquier de sus calles, eras la persona más anónima del mundo y nadie parecía importarle lo que hicieses, a lo sumo, alguien podía llamarte gamberro o sinvergüenza, pero vamos, a ti te la traía al pairo.

Mis recuerdos de ella van variando según a la edad que me traslado, de pequeño, salir por ella, te daba ese aire de libertad descrito anteriormente y de ir haciéndote mayor si ya salías sin compañía, de más mayor esa sonrisa pícara del que sabe que va a pasárselo bien dando una vuelta por el barrio, tomando unas cañas, yendo al cine o al acudir a una cita con una chica. Al retorno, las carreras para entrar en hora y llegar a comer o cenar o antes de las 00:00, hora de cierre.

CARRETERA DE ACCESO A LA PUERTA PRINCIPAL

Infanta 1Carretera de acceso a la puerta principal

Nada más flanqueado el acceso y siguiendo de frente, nos encontramos a la izquierda con el edificio central del colegio, en la imagen de la derecha, se pueden apreciar las ventanas que correspondían a diferentes clases, luego las vemos. En la parte superior creo que estaba el despacho de algún coronel o general al mando en el colegio, pero bueno, luego pasaremos por allí. Justamente a mano derecha de ambas fotos, existía una cabina telefónica de uso muy frecuente y que generaba alguna que otra cola en aquella época y que con alguno te daban ganas de que le pasase lo que a José Luis López Vázquez en “La cabina”, tan de moda en los 70.

JARDIN Y FUENTE

Infanta 1Jardín y fuente

Caminado por la carretera, a mano derecha teníamos unos setos que nos separaban del Parque Móvil y llegábamos a nuestra pequeña fuente, situada en un bonito jardín que había a los pies de la residencia de estudiantes universitarios y por el cual se tenia acceso al campo de abajo, nuestro querido campo de futbol hoy día convertido en un vulgar parking.

Infanta 4Pero antes de llegar al campo de batalla, debíamos pasar por los vestuarios donde el agua caliente brillaba por su ausencia y cada uno se “lamia” las heridas recibidas tras la batalla o partido de futbol. A continuación pasamos por la Imprenta-escuela, donde se hacían programas de actividades, revistas de la asociación, exámenes y un sinfín de cosas que nos mantenían en relación directa con ella.

Infanta 5En la parte superior vivía en mi época el mando de la Guardia Civil que estaba al cargo de ella, tenia (al menos que yo recuerde) un par de hijos y una hija. Santos, el mayor, fumaba habanos y en ocasiones, lo veías justo al salir de jugar un partido, le pedias un pito y con los bronquios totalmente expandidos por el ejercicio físico realizado, dabas una calada y zasca, parecía que los pulmones querían estallar, era metralla pura. A ambos lados de la imprenta, había dos arboles de morera de los que cogíamos hojas furtivamente para alimentar a nuestros gusanos de seda, en ocasiones, también comíamos su fruto, la mora de árbol, fruta desconocida en Asturias.

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El campo de futbol de innumerables gestas deportivas, de dolorosas rozaduras en las nalgas y rodillas con su arena de grano de lija, testigo mudo de contiendas en gélidos partidos tiritando bajo la penetrante y fría lluvia de Madrid o hazañas gloriosas soportando el sofocante sol de un mediodía de junio, pero en todo caso, batallas que dejaban siempre muy alto el nombre del Infanta, perder podíamos perder, pero nunca nadie pudo decir que lo hiciésemos por no luchar con todas nuestras fuerzas, resumido y en plata, “no seria por falta de ponerle cojones”. Pocas veces he visto después de salir del Infanta llorar de rabia por haber perdido un partido, allí, lo importante era participar, pero mas importante era ganar.


LA PUERTA PRINCIPAL

Infanta 1La puerta principal

Volviendo del campo de futbol y pasando de nuevo por nuestro coqueto jardín y la fuente privada de los huérfanos, nos encontramos de frente con Ella, ………… “ahí esta, ahí esta viendo pasar el tiempo, la Puerta Principal…….mírala, mírala…..” la parte del edificio central mas bella y fotografiada de todo el Infanta, impasible e impertérrita al paso de los años, indiferente a los miles de críos que atravesaron una y mil veces sus entrañas corriendo como hordas de vándalos, suevos o de alanos, serena frente a los miles de fotografías allí sacadas por primarios, adolescentes, jóvenes, profesores, Generales…., inmune a las lagrimas que se derramaban al despedirse de un ser querido, ajena a la algarabía y alborozo que se organizaba al coger el autobús para ir a la estación en época de vacaciones, inalterable a la melancolía y enviada sana que sufrían los que no se podían ir, testigo mudo de las andanzas de los huérfanos como por ejemplo “el asalto a dirección a través de la cornisa para robar los exámenes” ……..ella, nuestra querida Puerta Principal, punto de encuentro para las citas entre huérfanos, zona de reposo bajo sus palmeras datileras………… Flanqueada por dos anexos al edificio central que hacían las veces de oficinas y que recuerdo que en una de ellas, se pagaban los viernes por la mañana los giros previo aviso en una lista publicada en la puerta de la oficina el día anterior.

¡Ah! Se me olvidaba comentar que una de las cosas que también te acojonaban un poco al llegar al Infanta, era la altura de los techos en los edificios antiguos, te hacían sentir un poco mas insignificante en la gran capital, de grandes calles y ahora altos techos. Posteriormente al salir del Infanta, cualquier casa o local que visitases te daba la sensación de pequeñez, de falta de espacio, de ahogo…….normal, te habías criado en la abundancia arquitectónica.

SALON DE ACTOS Y BIBLIOTECA

Infanta 1Salón de actos y biblioteca

Nada mas cruzar la puerta principal, nos encontramos de frente con el salón de actos, utilizado para celebraciones variopintas que no requiriesen mucho aforo, especialmente para las famosas “Copas de vino Español” con las que se solía agasajar a las autoridades e invitados de renombre por cualquier celebración que hubiese. En su lateral derecho (fotos de la izquierda) podemos intuir la forma semicircular y que se observaba perfectamente desde el patio central. A su derecha, teníamos una pequeña sala convertida en biblioteca, muy acogedora a la vez que poco usada.

SEÑOR PUERTAS Y CENTRALITA

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Señor puertas y centralita

A la izquierda, del salón de actos, se encontraban los dominios de una de las personas mas apreciadas del Infanta, El Señor Puertas, causante involuntario del mayor malentendido que hubo en el Infanta, bueno, el mayor quizás no, pero si el que llego a mas gente y que perduro en el tiempo, Puertas no era su apodo, sino que se apellidaba Puertas, cosa que solo sabias cuando ya eras veterano pero de los buenos. Sentado tras un pequeño mostrador en el que trajinaba con sus cosillas, por allí pasabas para hacerte el encontradizo con el y ver si te decía si tenias carta o paquete o incluso si había suerte te lo daba, conocía como nadie en el Infanta, todos los apellidos de los huérfanos así como las regiones de procedencia y sus capitales de provincia, ríos, montes y todo lo que la geografía de la época podía enseñar. Un grande del Infanta. Es curioso como en aquellos años tomabas cariño a las personas que de una manera u otra te hacían de nexo de unión con tu tierra y el Sr Puertas a través del correo, era uno de ellos.

Infanta 10Pasados los dominios de nuestro insigne bedel, nos encontrábamos de frente con unas escaleras………las dejamos para mas tarde, ahora doblamos a mano derecha y nos encontramos con la centralita telefónica, no encuentro registro fotográfico de ella ni tan siquiera recuerdo el nombre de la persona que allí trabajaba, pero al menos intentare describirla, era pequeña, dividida en dos mitades, tras un mostrador de madera con cristalera y una ventanilla, estaba a mano izquierda según se entraba. Allí se sentaba un hombre al mando de aquel complejo aparato de clavijas, en el otro lado un banco y un teléfono negro y pesado que no recuerdo si estaba colgado de la pared o sobre un pupitre.

Infanta 13Cuando te llamaban de casa o algún familiar y no la tenias programada con antelación, teavisaban por megafonía “Juan Manuel Orozco Calvo, al teléfono” también desde allí te avisaban de las visitas. El señor puertas hacia muchas cosas y muy bien, pero cuando tenia que ser el quien daba el aviso y tenia que utilizar el micrófono…… se le notaba muy nervioso en sus mensajes, miedo escénico que tenia el buen hombre. Era habitual programar tus llamadas, de esa manera economizabas el coste de la llamada a tu familia, el problema era cuando había varios a la misma hora esperando, había que contar con la suerte de ser el primero. El numero era, 2-59-66-04 y de aquella, el prefijo 91.

BAÑOS, PASILLOS Y AULAS

Una vez dejada atrás la pequeña centralita, enfocamos a los pasillos, en este punto me ayudo de fotos que podrían ser del sitio al que nos dirigimos pero el paso de los años y los cambios realizados me pueden llevar a error, os pido por favor, un poco de ayuda para corregirme si es necesario.

Infanta 14Como comentaba, una vez salías de la centralita, tenias a mano derecha los baños, no he encontrado ninguna foto de ellos, lastima, con la cantidad de tiempo que pasamos allí. Era un cuarto que tenia las “letrinas turcas” a mano derecha y que normalmente estaban adornadas de tonalidades pasteles en varios tonos de marrón, especialmente la cañería de la cisterna que era zona de acumulación de residuos tóxicos, debido a su imposibilidad de recibir agua de la susodicha cisterna.   Teníamos también frente a ellos una fila de “meodromos” de pie sujetos en una pared de azulejos que separaba de la zona de lavabos sujetos en unos angulares metálicos, entre ellos y los inodoros un falso pasillo por el que se accedía al patio central, era algo peculiar, solo para alumnos y profesorado, si eras una visita, tendrías que acceder a dicho patio por alguna de las puertas situadas en las proximidades de ambos comedores (mayores y pequeños) aunque siempre te encontrabas por allí algún visitante despistado.

Una vez dejado el WC a un lado e intentado desprendernos de su aroma impregnado en nuestras ropas, nos enfrentábamos a los pasillos de las clases, en la fotografía de la izquierda, se ve el pasillo de las clases de COU de mi época, por el hueco de la izquierda estaban las clases de letras, a la izquierda y ciencias a la derecha, sus ventanas daban a la zona vista antes, donde estaba la cabina y proximidades, en medio, un pequeño cuarto de inspectores y profesores. Una vez llegado al fin del pasillo donde se ve la puerta (que en mi época no había), se daba con el largo pasillo de la derecha, con clases a su izquierda y el laboratorio de ciencias al final del mismo.

Infanta 11En las fotos inferiores, se ve el Laboratorio de Ciencias, en la fotografía de la izquierda, se puede observar al Sr. Anaya (Kalisay), profesor que fue despedido por clamor popular de los huérfanos

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Lo que a mi me llamo mucho la atención al llegar al Infanta, fue los enormes encerados o pizarras, lo dicho allí todo era grande, ¡Cuantas cosas se debían aprender allí!

Luego se doblaba a la derecha en dirección al comedor de mayores y te encontrabas con el gimnasio, una de mis “aulas” preferidas siempre y cuando no estuviese el Espinazo con sus tablas de pesadilla.

Grandes saltos, saltos buenos, mediocres paseos por el plinto y muchos “maltratos” de potro, como le gustaba llamarlos al Espinazo, allí había mucho potencial para la gimnasia y mucho negado, siempre había un huérfano destacando en cualquier cosa que hiciésemos y siempre había uno a la cola de cualquier otra, ley de vida. De cualquier manera, el gimnasio era tomado como una asignatura “María” y mas bien era una clase menos a contar en el estudio.

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Dejamos atrás, el gimnasio y nos encontramos con un vestuario utilizado en la mayoría de los casos para las competiciones deportivas de las canchas de baloncesto y balonmano.

Infanta 12A continuación, las escaleras, las fatídicas escaleras que suben al primer piso. En la fotografía están modificadas, el pasamanos original era poco mas que la mitad de alto del actual. Un fatídico día, bajando los huérfanos en tropel un galleguiño muy salado y de sonrisa eterna, fue victima de un fatídico accidente, tropezó con el pasamanos y cayo al piso desde el tercer tramo de escalera, falleció en el acto, hay una historia en la pagina que relata los revolucionarios sucesos posteriores.

Siempre será para mi, la escalera maldita.

Cuando eras mayor ya no la utilizabas para ir a las clases que allí había, pero si para visitar el famoso y maquiavélico “estudio de los domingos“, que con tanta facilidad conseguías invitaciones durante la semana. Estudio al que eras castigado solo para fastidiarte ya que en la mayoría de ocasiones, no podías ni llevar libros y allí estabas las horas mirando las musarañas.

La primera foto de las que hay a continuación, mas bien parece de la parte inferior dedicada a dormitorio, la segunda si es de la parte superior (se deduce de la puerta de salida a la terraza) pero quizás de la zona de la izquierda mirando desde la puerta principal, la de las clases y no concretamente la del estudio.

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Aunque las fotos que van a continuación no creo que correspondan al estudio, las ponemos a modo de recuerdo y por la similitud que tienen con las largas mesas que tenía. Donde algunos profesores nos llevaban con el ánimo de que no nos copiásemos, algunos podían haberse ahorrado el subir escaleras, sus asignaturas eran lo que se podría denominar como “in-copiables” ¡eh Javier! (Alias el matraco).

Yo creo que si hoy en día pudiésemos recuperar aquellas mesas y tras un proceso minucioso de investigación, encontraríamos textos o firmas grabadas en la madera de un alto porcentaje de huérfanos del Infanta.

Ojo, que no todo era malo, también era donde se veía la televisión los sábados y algún partido que otro, al menos hasta que te dejaban ir al 4º piso de mayores

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Por la puerta descrita anteriormente, se salía a la terraza que rodeaba por completo el patio central, desde allí, las autoridades veían las exhibiciones de gimnasia en el patio central y poco más uso tenia.

Recuerdo en una ocasión que Francisco Javier García Valle y Benito, hicieron el número del enano, ese de calzarse unos zapatos en las manos de uno que se pone por detrás de otro vestido con mandilón o similar y que da la impresión de ser un enano, juego posteriormente popularizado por Emilio Aragón. Fueron brutales, una actuación genial, Valle aun continua haciendo reír a la gente.

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MAS AULAS Y EL APACHE

Dejamos atrás el estudio y continuamos camino, encontrándonos clases a mano derecha, varias, quizás tres, son de los alumnos intermedios, los que iban a continuación de los primarios.

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Infanta 19Seguimos por el pasillo y ahora doblamos a mano izquierda, otro pasillo, el que esta sobre las clases de COU, al principio a mano derecha, creo recordar que estaba la oficina del mando de la Guardia Civil a cargo del Colegio, Constantino, el General Constantino fue uno de ellos, huérfano del Infanta y un referente del colegio. Siempre nos trató con sumo cuidado y quiso mucho a los huérfanos, a sus huérfanos.

No recuerdo si continuando había más despachos, oficinas o clases, pero llegando al final del pasillo, nos encontramos con otros aseos, exactamente iguales a los que había en el piso inferior y colocados sobre ellos. Pero tenían una gran diferencia, solían estar limpios por ser los que usaban el director, el personal de oficinas y los mandos militares que hubiese por allí arriba.

Cuando tenías ganas de jiñar bien jiñao, en unos baños limpios sin que nadie anduviese picando a la puerta, te arriesgabas y subías, si te pillaban podías disimular diciendo que ibas a por tiza a dirección o incluso a cortarte el pelo al Apache que estaba en un cuarto próximo, en la misma situación que la centralita en el piso inferior. No obstante la mejora hora de ir a ellos, era después de que marchase la gente de currar, sobre las seis o siete de la tarde.

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En la foto de la izquierda se puede ver cómo era la peluquería al principios del siglo XX, el de la foto, debía ser un arapahoe, antecesor de nuestro Apache, los dominios del Apache, eran los de la foto de la derecha. Se hacían cortes a medida, vamos a medida de que él quisiera cortártelo y se podía también proponer estilo, luego el ya haría lo que le salía de las narices….. ¡Ah! El corte al 1 se le daba fenomenal, solía ser moda cuando se tenía la mínima sospecha de que los piojos pudiesen estar atacando o simplemente porque se encontraba inspirado. No recuerdo su nombre y este, al contrario que le pasaba al Señor Puertas, seguro, seguro, que no se apellidaba Apache.

DIRECCION

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Volvemos a dirigirnos en dirección a las escaleras y llegamos al sitio más temido por la mayoría de los huérfanos, “Dirección”, donde “habitaba” Don Manuel Carrascosa Cobo, alias morgan, rompetechos y un sinfín más de apelativos puestos en honor a su mermada visión o su rígido carácter. Dirección tenía dos accesos, el legal, por la puerta que se ve en la foto superior de la derecha y otra, también legal pero que podía convertirse en ilegal con un simple gesto, usada de manera oficial para retirar material de papelería y encontraba tras la cristalera de la izquierda. Ilegalmente, tras una triquiñuela que ya está explicada en la página web y que consistía en dejar un pestillo de una ventanilla abierto para entrar por ella por la noche para robar algún que otro examen.

Una vez flanqueada la puerta, se encontraban dos mesas donde trabajaban dos secretarios, al fondo a la izquierda la puerta de acceso a la sala del terror “Dirección”, no por nada en particular, sino porque subir allí imponía, no te solían enviar a ver a Don Manuel para que te felicitase, bueno a alguno seguro que sí, pero no es mi caso, si subías, algo habrías armado y sabias que con algún castigo o reprimenda saldrías. Hay algunos comentarios en Facebook sobre la “mano larga” de Don Manuel, a mí personalmente no me consta en propia persona o ser testigo de algo más allá de un capón o colleja habitual de la época. Casi con toda certeza la fotografía inferior de la izquierda no corresponde a la ubicación que tenía en los 70 la dirección, pero por el estilo de mesa da la impresión debe ser de algún alto cargo del colegio, a la derecha una fotografía bastante reciente de la oficina del director, bueno, los últimos años, de la directora, la huérfana del Juncarejo María José Fernández Mesa.

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Infanta 23Es obligatorio y necesario recordar que Tomas Alvira, director del Infanta en 1950, esta en proceso de canonización desde 2009, su esposa Paquita esta también incluida en dicho proceso.

Como no podía ser de otra manera, por el Infanta pasaron ángeles y demonios y entre ellos una gran escala de grises, y por supuesto en todos los estamentos, alumnos, directores, educadores/inspectores, subalternos.


SALON DE JUEGOS

Ahora seguimos subiendo las escaleras (pero solo a partir de mediados de los 70), para ir al paraíso que nos pusieron a los huérfanos allí.

En toda la superficie que se ven las claraboyas colocadas en el tejado de la fotografía de la izquierda, se hizo una sala de juegos, él no va más de la época, creo recordar que a la entrada había dos mesas de billar, pero de billar, billar, el de tres bolas, donde Hermenegildo González Alcántara nos deleitaba con sus increíbles carambolas aprendidas en los billares de cualquier barrio de Madrid y nos hacía enrojecer de vergüenza cuando te preguntaba ¿Sabes jugar? Y tú decías ¡Si!, después veías su primera jugada y te querías morir, comprendías que saber jugar era aquello y no lo que tu suponías y que no era otra cosa que darle a una bola con el palo.

Creo que después, nada más torcer para el largo pasillo del que se ve parte en la foto inferior izquierda, teníamos un par de mesas de ping-pong, a continuación un par de máquinas de fliper y unos cuantos futbolines. Era fantástico, jugar todo el tiempo que querías (dentro de tu horario) sin gastar una peseta, ¡Valla pasada!.

Como siempre no llueve a gusto de todos, surgieron voces discordantes y contrarias al despilfarro realizado en esa sala, creo que por aquella época estaba el General Constantino, amante recalcitrante de los huérfanos y sus derechos. Se le echaba en cara que la inversión podría haberse empleado en un ascensor (creo que para los pisos de pequeños) a lo que la respuesta oficial fue: “Mis huérfanos tienen suficiente vitalidad para subir unos escalones, pero no tienen muchas zonas en las que puedan entretenerse cuando llueve”. Pero ser cautos con mis palabras, la memoria me va flaqueando y hay cosas que idealizo.

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PRIMARIA Y SEÑORAS

Toca volver a bajar escaleras, tanto ahora como al subirlas, lo hacíamos en silencio, armar jaleo suponía la posibilidad de anular la visita a la sala de juegos o algún plantón.

Una vez a ras de suelo, ya era posible algún jaleo, más que nada porque siempre te quedaba la posibilidad de salir huyendo, en este “huimos“ de frente dejamos al Señor Puertas a la izquierda y cruzamos la puerta, a mano izquierda el ya mencionado salón de actos y a mano derecha la salida a la puerta principal, pero nosotros continuamos de frente, pasamos por la biblioteca y dejamos a la derecha la sala de los “giros”, donde las listas semanales nos hacían cambiar el carácter con suma facilidad, tanto para bien como para mal, era una de las sensaciones   más frustrantes que había en el Infanta, esperar verte en la lista y no estar comparable a la de esperar paquete un día y no recibirlo.

De frente, otras escaleras, similares a las de dirección, en el primer piso, todo aulas de primarios, pasillos al igual que en la otra ala y que rodeaban todo el patio central sobre el comedor de pequeños primero y el de mayores después, pero que no llegaban a comunicarse con la zona del estudio, solo lo hacían por la terraza, pero eso, era zona prohibida. Si continuábamos subiendo por las escaleras antes mencionadas, llegábamos a los cuartos de “Las Señoras”, en su mayoría madres de huérfanos que estudiaban o habían estudiado allí, tenían varias funciones, retirada de platos en el comedor y ayuda de cocina, costurero/lavandería y enfermería. Creo recordar que subí solamente una vez acompañando a Pacheco (+), el recuerdo que tengo es de un cuarto pequeño con una cama como las nuestras, una mesa pequeña y un armario y poco más.

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Ellas sí que sabían, eran conocedoras en primera persona de lo escasos que estábamos de afecto, de que necesitábamos un poco de ayuda y allí estaban ellas, bien con una simple pregunta ¿Qué tal estas asturianin? Como me solía preguntar la madre de los Díaz, segunda por la izquierda de la foto de la derecha o bien con una simple imitación a caricia ejecutada con el antebrazo sobre nuestra cabeza para evitar el contacto de los guantes húmedos y con restos de comida, con esos gestos tan pequeños y tan importantes a la vez, conseguían que sintiésemos a nuestras madres más cercanas.

Tampoco podemos obviar que sentíamos envidia, una callada envidia por los huérfanos que tenían allí a sus madres, era muy fácil de observar, si un grupo de huérfanos se cruzaba con una Señora y su hijo se acercaba a ella a darle un beso o ella le atusaba el pelo o colocaba la ropa, durante un instante, te quedabas mirando para ellos, en ese breve tiempo te preguntabas que por que no sería esa tu madre……rápidamente, volvías a la realidad , esperabas a que volviese el compañero y continuábamos camino con el huérfano “afortunado”.

COMEDORES

Hemos vuelto a bajar las escaleras y nos dirigimos de frente a la sala de los giros para doblar la esquina a mano derecha, no recuerdo si había algo a mano derecha, a mano izquierda otros servicios iguales a los de la zona de mayores anteriormente descrita, quizás en mejor estado pero que también tenían lo suyo. Avanzábamos un poco y justamente frente a los soportales, hay una puerta que da a ellos, pasada esta y posterior giro a la izquierda llegamos al comedor de pequeños.

Territorio hostil, donde tenías que aprender rápido y no dejar que te pisase nadie, eso o lo pagabas comiendo poco o las peores raciones, no es que fuese exagerada la presión del resto de comensales, pero si quedaba claro que “oveja que bala bocado que pierde”, tenías que estar atento y eso sí, no “achantarte”.

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El comedor era una maquinaria perfectamente engranada, llegabas y lo tenias todo puesto a excepción de la servilleta que previamente habías cogido de tu casillero numerado a la entrada del comedor, el primer plato siempre estaba ya sobre la mesa dispuesto a ser “devorado”, una vez pasado el tiempo estimado para terminarlo, comenzaban las señoras con sus carritos a retirar los primeros platos a la vez que quitaban las perolas o placas los pinches, según avanzaba esta “comitiva”, comenzaba a salir el segundo plato en un carro y puesto por los pinches, pasado un rato, vuelta la maniobra, placas primero, platos después, mientras tu ibas comiendo el postre a prisa para acabar con los cubiertos. Había cierta diferencia entre la primera mesa y la ultima, pero no era muy considerable. Rara vez el mecanismo fallaba, pero en alguna ocasión paso alguna pequeña incidencia que fue solventada con rapidez como entrar al comedor y no estar puestas las perolas, retrasarse en salir el segundo o salir antes de retirar los platos del primero, nimiedades en tan sincronizado ballet que en ocasiones derivaban en una coral sinfónica al grito acompasado de “hambreeeee, hambreeee” que tenia todas las papeletas de terminar siendo premiado con un “apetitoso” plantón.  

Seguimos caminando por la fotografía de la izquierda, por su parte izquierda y vamos a dar a la zona del ascensor y de un cuarto donde se recogían los carritos de las señoras, un poco mas y frente a ti y girando a mano izquierda, nos encontrábamos con el comedor de mayores.

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Ese comedor de mayores era todo un gran paso para un huérfano el pisarlo por primera vez, la segunda ya te lo ibas creyendo la tercera….la tercera ya nadie te sacaría de allí, ya podías beber al mediodía vino, mirar a los del comedor de pequeños por encima del hombro y es que ya tenias mucho camino ganado en la aventura de la veteranía que en el Infanta se ganaba y conseguía día a día.

No olvidare aquellas jarras de aluminio granulado, sudorosas, que mantenían el agua fresca y aquellos vasos a juego castigados por mil comidas, los manteles de hule y platos de loza blanca, las perolas enormes con asas desvencijadas y las placas llenas de abollones infringidos en los continuos vaivenes derivados del trafico de croquetas o de la salsa de ragut, sin dejar de mencionar la sempiterna naranja solamente olvidada y sustituida en los días festivos por la placa de natillas y en algún que otro lapsus de logística que eran reemplazadas por manzanas o plátanos.

Nos dirigimos a la puerta de entrada del comedor de mayores, salimos , de frente, vemos las escaleras fatídicas, a mano derecha se sale para la zona de los campos de juego, Quinito, enfermería….etc., a mano izquierda, la salida al patio central, nos dirigimos hacia allí.

Nada mas salir lo hacemos a los soportales que rodean todo el edificio por el interior a excepción de la parte frontal del mismo, soportales llenos de arcos que en ocasiones servían como porterías o parte de ellas, soportales que tenían argollas en la pared supuestamente porque en su día eran o se usaban de caballerizas, soportales que nos servían para jugar en los días de lluvia y que propiciaba la rotura de cristales hasta que se pusieron las protecciones. En el vértice entre el comedor de mayores y el de pequeños se despachaba todas las tardes la merienda, chusco y chocolate la mayoría de las veces.

En la parte derecha, en la zona opuesta al comedor de pequeños había un foso, supuestamente para hacer salto de longitud que pocas veces se usaba, al menos para eso.

Pero ahora, vamos a pisar la arena, nada mas hacerlo, nos encontramos junto al mástil que porta la bandera Española y que todos los días era izada con el himno nacional antes de clase, el día previo a las vacaciones, tocaba el himno de la Guardia Civil, ¡Que bien sonaba! ¡Que respigos entraban!

Infanta 28La arena del patio central, era dura, lastimaba al mínimo roce y te dejaba marca en cualquier caída que tuvieses, era prima hermana sino hermana de la del campo de futbol, pero era nuestra zona exclusiva de juego hasta que a los 13 años te dejaban ir a los campos. Era impresionante ver la cantidad de partidos simultáneos se jugaban y entre ellos, juegos de canicas y cualquier otro de los típicos de la época.

No podemos dejar sin mencionar el árbol del patio central, aquel olmo que aguanto a cientos de huérfanos que se recostaban sobre su tronco o que trepaban por el sin que los viese el inspector de turno o que jalaban de sus ramas con intención de romperlas para tener un trozo de palo que nos entretuviese 20 segundos.

Por los 80 y ya enfermo, fue derribado para evitar peligros mayores. Fue como si con su caída, comenzase una maldición sobre el colegio y que comenzó motivada por una mejoría considerable en la esperanza vida, así como un mayor poder adquisitivo y de ayudas a las viudas, que hizo que paulatinamente los ingresos a internado fuesen disminuyendo y por consiguientemente a languidecer poco a poco el Infanta……. hasta su muerte como colegio en 2014.

Con estas seis fotos del patio central finaliza nuestra primera parte del recorrido por el Infanta, salimos del patio por los aseos, atravesamos los dominios del Señor Puertas y salimos a la Puerta Principal, desde allí comenzaremos el siguiente relato.

Infanta 29

1912-2015 Acompañame….(parte 1)
AUTOR: Juan Manuel Orozco
https://historiasdelinfanta.wordpress.com/